lunes

Pasodobles


El pasodoble torero es a la vez, alegre y melancólico. Canta por lo bajo la tristeza de la muerte, en tanto refulge por lo alto el ramo de rosas de una alegría apasionada.

Así define el portal El Rincón del Pasodoble al ritmo que remite a todo aquel que haya estado en contacto con la cultura taurina, al espectáculo tan único dentro de una plaza.

Y es que desde que uno llega a ver una corrida, el ambiente de la plaza resulta excepcional. Se compone, para empezar, de gente muy maja vestida elegantemente casual para la ocasión, en la que no faltan un par de peinetas y pequeños saquitos con vino de los que todo el mundo puede tomar.

A lo largo del evento social previo al espectáculo se escucha el cadencioso y sensual ritmo del pasodoble al grado en el cual sólo nos faltan unas bellas flamencas haciendo sonar las castañuelas para transportarnos a toda una cultura atemporal.

El pasodoble proviene (como tantas otras tradiciones de la tauromaquia) de la tonadilla escénica, que se utilizaba para musicalizar el final de los espectáculos y con el tiempo, como acompañamiento de los intermedios de las comedias teatrales. Lo anterior acabó por mezclarse con los ritmos propios de las danzas populares españoles del siglo XVII.

Al cabo del tiempo, el pasodoble acabó por asociarse por siempre con las corridas de toros, sobre todo porque muchas de ellas llevan títulos de tardes memorables de torero vs. bestia y de grandes ídolos del pasodoble español.

Acá un ejemplo a cargo de nuestro compositor buenazo, Agustín Lara.

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